domingo, 14 de febrero de 2010


No quiero decirlo y tú no quieres escucharlo, pero como resistirme al ver esos ojos clavados en los míos pidiendo a gritos que me valla, pero suplicando que me quede y continúe acariciando tu generoso cuerpo. Tus labios tienen un amargo dulzor que me encanta y enloquece. Al respirar siento ese aroma que desde el principio me ha incitado a jugar con tu cuello al vampiro, para luego llegar a tus confortables senos, en donde me detengo para escuchar, oír la placentera música de tu excitado corazón que golpea fuertemente contra tu pecho, intentando escapar de su prisión para juntarse con el mío. Entonces alzo la vista para ver tus titilantes ojos, tu pelo, suelto y desordenado, tu maravillosa desnudez, tu agitado aliento, todo aquello que te hace ver muy sensual, todo me hace desearte más que cualquier otra cosa en el mundo, tal como la primera vez que pasamos por esto, y la segunda, y la tercera, y todas las ocasiones pasadas en que nos prometimos falsamente no volver a hacerlo jamás, pero aquí estamos, una vez más, llevados por fuerzas mas allá de lo que podemos soportar, porque tú eres para mí y yo para ti, nuestros cuerpos fueron hechos para besarse y nuestras almas para unirse. Si estás aquí es porque no has encontrado a nadie que te haga sentir lo que yo, lo mismo que me hace recibirte y buscarte miles de veces. Sé que esto no te gusta, pero no puedo seguir callando, además, tú deseas impacientemente a que te lo diga, y es que… te amo.

Wolfgang Matheus

No hay comentarios: